viernes, 4 de julio de 2008

Piña Va, Piña Viene ...



En este video se puede apreciar como alumnos y alumnas de la secundaria se maltratan salvajemente entre ellos, dicen que suele ser por un motivo de diversion y hasta lo llegan a grabar con los celulares. Por este motivo se esta estudiando un proyecto de ley.

La Falta De Respeto Hacia Los Profesores



En este video podemos observar claramente la falta de respeto que hay en algunos colegios a los profesores. La profesora, seguia explicando el tema, y por alguna razón que no se conoce decidió quedarse dando clase. Con esta clase de alumnos deberían tomar serias medidas.

jueves, 3 de julio de 2008

A Un Año De La Tragedia


Se impresionan fácil?", consulta Rodrigo Torres y empieza a sacarse la remera. Quedan a la vista las apretujadas hileras de cicatrices que le dejaron en el estómago y el pecho los dos balazos que hace un año le disparó Junior, un compañero de escuela. "No soy el mismo. Ya no hago deportes, me agito de nada... A veces me descargo pegándole piñas a la pared, pero me hace mejor llorar. Lloro a escondidas. Ahora duermo solo, pero el primer tiempo había vuelto a dormir con mi mamá". A los 17 años Rodrigo es un chico macizo: 1,80 metro de altura y 115 kilos. Está gordo, pero aunque adelgazara seguiría siendo luciendo como un toro. Al mirarlo cuesta creer que alguien de su porte hasta hace poco sólo se atreviera a dormir con la madre. Su historia es similar a la de los otros cuatro chicos heridos por los disparos que hizo Junior, entonces de 15 años, contra sus 28 compañeros del 1º B del colegio Islas Malvinas de Carmen de Patagones. Sin decir una palabra, el chico apretó el gatillo de la pistola 9 milímetros de su padre hasta vaciar el cargador de 13 balas: mató a tres e hirió a cinco. A Rodrigo Torres, Pablo Saldías, Cintia Casasola, Natalia Salomón y Nicolás Leonardi el recuerdo de aquel horror se les hace palpable cada vez que se miran y se tocan sus cuerpos cargados de cicatrices. A todos les cuesta amigarse con lo que les refleja el espejo. Cintia anda siempre de mangas largas para no exhibir su brazo derecho. Nicolás no se deja ver en cuero. Rodrigo adelanta que este verano sí piensa mostrar su pecho en el balneario del río Negro. Pero aclara: "Eso lo digo ahora. Veremos qué hago cuando empiece el calor". Padecen más traumas. Pablo, de 16, también ya volvió a dormir solo, pero a la noche se escucha el eco de los sollozos que salen de su cuarto. Sufre de estrés postraumático y para dormir toma rivotril, un potente ansiolítico. Fue el que más grave estuvo. Perdió un riñón y el bazo. Para suturarlo, los médicos gastaron metros de hilo. La última vez que se contó los puntos, eran más de 190. Se cambió de colegio y nunca más había vuelto a pisar el Islas Malvinas. Lo hizo esta semana para sacarse una foto con sus compañeros para esta nota. Los 28 de cada mes —la masacre fue el 28 de setiembre de 2004— Pablo somatiza su dolor con unas anginas que le impiden hasta tragar una miga de pan. Esos días termina durmiendo de nuevo en la cama grande con sus papás. Por las noches, cuentan, parece tener pesadillas. El año que viene termina el Polimodal —cursa el 2º año en el María Auxiliadora— y aún no resolvió qué estudiará. Hasta antes de la tragedia decía que iba a ser profesor de gimnasia como su madre, pero ahora ya no es una opción. Tiene un certificado que informa que sufre de una discapacidad que le impide practicar deportes. Nicolas Leonardi —16 años, recibió un balazo que le entró por el pecho y le salió por la axila— sigue cursando en la Islas Malvinas. No se quiso cambiar porque siente que hubiera sido una "traición" a su amigo, Federico Ponce, uno de los chicos que murió. Recién ahora volvió a dormir solo. Pero solo consigue hacerlo después de chequear que las ventanas estén trabadas. Se inquieta por cualquier ruido. Hace poco se cayó una escoba y el sonido lo hizo asustar. Se volvió bastante retraído y está olvidadizo: en su hogar aún comentan el día que regresó de la escuela sin la mochila. En la casa, además, lo notan más infantil y muy pegado a sus padres. Natalia Salomón tiene 17 años y tampoco se cambió de colegio. Recibió dos balazos. Uno le entró por la mano derecha y subió por el brazo hasta salir por la axila. Había perdido la movilidad en esa mano —no podía escribir—, pero tras el tratamiento de rehabilitación ya lo hace bien. Vive con su tía porque sus padres murieron en 1998. "Nati ya se anima a salir sola a la calle. Hace poco anduvo medio mal pero fue porque en el colegio hubo dos amenazas de bomba y los evacuaron a todos. Para ella fue como volver a vivir aquel día", cuenta su tía. A Cintia Casasola, 16 años, un tiro le entró por arriba de su pecho derecho y le salió por la espalda. "Odio estas cicatrices", repite. Esta semana estuvo decaída. Sus padres, Rosa y Roberto, están seguros que es por el aniversario de la tragedia. En el living del sencillo hogar de los Casasola sólo una pared luce decorada. Tiene un afiche con una foto en la que se ve a un sonriente Federico Ponce y, más abajo, la leyenda "Fede estoy con vos".

Esta era la historia de cada uno de los sobrevivientes de aquella tragedia.

El Hecho Que Más Marcó La Violencia Escolar En Nuestro País


Un joven asesinó a balazos a tres compañeros en su escuela Es un chico de 15 años, hijo de un prefecto, que les disparó a sus compañeros con una pistola 9 milímetros en el aula. Hay 5 heridos, tres de ellos graves. El joven está detenido. De repente, la tragedia sacudió a Carmen de Patagones. Un adolescente de 15 años entró esta mañana a su aula con una pistola 9 milímetros y comenzó a disparar contra sus compañeros: tres de ellos murieron y al menos seis resultaron heridos, varios de ellos de gravedad. El Gobierno decretó dos días de duelo por los asesinatos. Los tres alumnos que resultaron muertos son dos chicas y un varón. Fueron identificados como Sandra Núñez, Evangelina Miranda y Federico Ponce. Todos tenían 15 años, la misma edad que el agresor, hijo de un efectivo de la Prefectura, y del que no se difunden sus datos por razones legales. El drama se desató pasadas las 7.30 de la mañana en la escuela Islas Malvinas de Carmen de Patagones. Todos los chicos participaron del izamiento de la bandera. Y luego se dirigieron a sus aulas para esperar la llegada de los profesores. En ese momento, ocurrió la tragedia. Al parecer, el agresor, que cursaba el primer año del polimodal, entró en último lugar. Los alumnos ya estaban en sus pupitres. Sacó un arma y tiró varios balazos contra las paredes. Sus veintinueve compañeros, aterrorizados, se tiraron al piso. Pero el adolescente empezó a disparar contra ellos. Según el comisario Carlos Diego, a cargo del operativo, el chico se encontraba en "estado de shock" al disparar. Y "no pronunció ni una palabra" mientras atacaba a balazos a sus compañeros. El joven, luego de atacar a los alumnos, siguió disparando hasta que se quedó sin balas. También llevaba un cuchillo y al menos un cargador adicional. En ese instante, dentro del colegio todo era desesperación: los chicos gritaban y corrían desconcertados, sin comprender qué es lo que había pasado. Mientras varias ambulancias llegaban al lugar para asistir a los heridos, el agresor se sentó en un banco y se puso a llorar. Otro compañero le sacó el arma. Allí fue capturado por la Policía. Rápidamente, fue trasladado rumbo a Bahía Blanca para ser alojado en un instituto de menores. Los heridos, en tanto, fueron inicialmente trasladados a un hospital local. Según Télam, tres de ellos (una chica y dos varones) se encuentran internados en un hospital de Viedma (vecina a Patagones) con heridas de bala en pulmones y abdomen. Todos fueron operados y su pronóstico es reservado. Otros dos (una chica y un chico), en tanto, permanecen en Carmen de Patagones.

Esta fue la noticia que recorrio la Argentina aquel 28 de Septiembre del 2004

Violencia Escolar,La Asignatura Pendiente.


La violencia en los establecimientos educativos es un fenómeno que ha adquirido, desde los años setenta, una gran importancia en países como los Estados Unidos, Suecia, Noruega y Reino Unido. En la Argentina, su incidencia es creciente; empiezan a detectarse, cada vez más, manifestaciones preocupantes como consecuencia de la crisis social, cultural y familiar que se está sufriendo.

Lamentablemente ha dejado ya de ser noticia que en las escuelas haya niños o jóvenes que se comportan agresivamente, que llevan armas, que venden y consumen drogas, o que roban a otros estudiantes. El caso más extremo, por su trágica secuela, fue el de la escuela de Carmen de Patagones, en donde murieron tres alumnos bajo los disparos que efectuó un compañero de tan sólo 15 años.

Los incidentes ocurridos con motivo de los festejos del Día del Bachiller, protagonizados por los alumnos del Colegio Nacional y el Liceo Víctor Mercante de la Universidad de La Plata, estuvieron potenciados por antiguas rivalidades entre el alumnado de ambos establecimientos educativos. La magnitud e irracionalidad de lo ocurrido reavivó la polémica en torno de la violencia escolar y puso el acento en algunos elementos que, en esta ocasión, despertaron particularmente la atención de la comunidad educativa y de la sociedad toda.

Estos episodios de violencia abren un debate con aristas complejas y diversas, en el que no pueden quedar ausentes cuestiones como el rol de la escuela y de los padres, la actitud de las autoridades de los establecimientos involucrados y los agentes externos que influyen y determinan la conducta de los jóvenes, como las drogas y el alcohol. En efecto, la descripción sobre lo sucedido realizada por la policía habla de desbordes y descontrol por parte de algunos estudiantes que "estaban en estado de ebriedad". El alcohol parece haber jugado un papel determinante en las actitudes violentas en las que derivaron los festejos. Según estadísticas de la Secretaría de Atención de las Adicciones de la provincia de Buenos Aires, el 57 por ciento de los alumnos del polimodal consumen alcohol habitualmente, vale decir no sólo durante el fin de semana. Este porcentaje duplica el de hace cinco años. En tanto, baja de manera significativa la edad del comienzo en el consumo de alcohol. En 2002 se ubicaba entre los 15 y 16; hoy está entre los 11 y 12.

Cuestiones como la indisciplina o el mal comportamiento son fenómenos perturbadores que cambian la buena marcha de la vida escolar, pero no son los únicos. La pobreza, el desempleo, la falta de alimentos, el trabajo infantil, el alcoholismo y la drogadicción son generalmente identificados como las "causas" de la violencia, pero en realidad deben considerarse factores que contribuyen a crearla. Este tipo de hechos, por lo general, tienen su comienzo en relaciones familiares y escolares caracterizadas como violentas, que van conformando patrones de interacción y aprendizaje para la resolución de conflictos por parte de los sujetos que las han sufrido en su niñez; de allí, la importancia de poner atención en lo que sucede en los planteles de educación básica del país.